Tanta belleza desperdiciada, tanta piel y no es tuya, tanta tarde y frazadas separadas.
Y hundes tu nariz en su espalda, recorriendola hasta donde ella termina y te emanas de todo su perfume y solo te pertenece por instantes y lo dejas irse sin prohibirle nada, gracias, ni tampoco te aferras o deseas consumir más de aquella fragancia, te odio.
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