"Yo supe que lo nuestro iba a terminarse dos semanas antes que vos. Es la primera vez que me pasa, generalmente me entero último. Nunca me tocó ser el que dice “hasta acá llegué”.
[...] no me entraba en la cabeza como la persona que hasta ayer me decía “te amo” hoy me estaba deseando lo mejor y que sea muy feliz en mi vida. Una vida donde no íbamos a estar juntos. Parecía una tomada de pelo.
[...] Saber que no hay nada que perder te da la posibilidad de convertirte en un hijo de puta sin culpa. Casi termino garchándome cualquier cosa que tuviera un corazón latiendo. Hasta se me ocurrió contagiarme ladillas para poder pasártelas a modo de suvenir. Pero no lo hice, no estaba en mis planes ponerme a tu nivel. Por primera vez en mi vida podía irme de una relación con las manos limpias y no quería arruinarlo.
En esas dos semanas en las que yo ya sabía que lo nuestro iba a terminarse me dediqué a disfrutar por última vez todo lo que me gustaba hacer junto a vos. [...] Disfruté todo por una última vez. Incluso aquellas cosas que odiaba de vos.
Hoy me desperté cantando, como hacía antes de conocerte. [...] Te amaba tanto que esperaba a que te fueras para poder ser yo mismo. Me amaba tan poco que no noté eso hasta esta mañana.
En esas dos semanas te velé. A vos y a nuestra relación. Sepulté los planes juntos, a los amigos tuyos que iba a extrañar, a tus parientes a los que no, a la posibilidad de que seas el amor de mi vida, a nuestros hijos imaginarios, [...]. En fin, sepulté un montón de cosas. Tuve mis dos semanas de luto.
[...] No es algo “de un día para el otro”. Quien decide irse lo hace porque es infeliz hace tiempo, aunque al otro le cueste creerlo.
[...] Dejé de prestarle atención a todo. Los desesperados intentos por no sentirme solo me desconfiguraron los niveles de exigencia. Es preocupante como nos tomamos con naturalidad sacrificar hasta nuestra comodidad para que el otro se sienta bien frente a sus complejos. [...] En algún momento equivoqué el camino y quise parecerme a vos. Quise ser lo que vos querías que sea.
[...] Yo te dije que necesitaba a alguien que me recuerde que tengo la capacidad de hacer lo que me proponga, que me recuerde que el único enemigo que tengo soy yo mismo y esta pereza que me acompaña [...] te dije que no podía estar con alguien que termine, intencionalmente o no, potenciando todas mis inseguridades.
Te volviste mi Dios. Acepté que hicieras y deshicieras a tu antojo porque tu palabra era santa. Porque creía en tus buenas intenciones. Me volví diminuto, más encorvado, más moldeable. Dediqué mis días a amarte y guardé mi talento en un lugar donde no pudiera ofenderte.
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